lunes, 16 de noviembre de 2009
Me levanto a la mañana, salgo de mi casa. Hay un pozo en la vereda. No lo veo, y me caigo en él.
Día siguiente... salgo de mi casa. Me olvido que hay un pozo en la vereda, y vuelvo a caer en él.
Tercer día. Salgo de mi casa tratando de acordarme que hay un pozo en la vereda, sin embargo, no lo recuerdo y caigo en él.
Cuarto día. Salgo de mi casa tratando de acordarme del pozo en la vereda. Lo recuerdo, y a pesar de eso, no veo el pozo y caigo en él.
Quinto día. Salgo de mi casa. Recuerdo que tengo que tener presente el pozo en la vereda y camino mirando el piso y lo veo, y a pesar de verlo caigo en él.
Sexto día. Salgo de mi casa. Recuerdo el pozo en la vereda, voy buscándolo con la vista, lo veo, intento saltarlo pero caigo en él.
Séptimo día. Salgo de mi casa, veo el poso, tomo carrera, salto, rozo con la punta de mis pies el borde del otro lado pero no es suficiente, y caigo en él.
Octavo día. Salgo de mi casa, veo el pozo. Tomo carrera, salto, ¡LLEGO AL OTRO LADO!, me siento orgulloso de haberlo conseguido, festejo dando saltos de alegría, y al hacerlo, vuelvo a caer en el pozo.
Noveno día. Salgo de mi casa, veo el pozo, tomo carrera, lo salto y sigo camino.
Décimo día. Me doy cuenta que es más cómodo caminar por la vereda del frente.
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